Mi contacto con las terapias complementarias comenzó como paciente en 1999.
Después de bastantes años de trabajo personal mediante un proceso de psicoanálisis que me llevó, en su evolución, a diferentes terapeutas de varias escuelas (freudiana, lacaniana y junguiana), tuve la necesidad de ampliar la búsqueda de ayuda para mi desarrollo y mis problemas a ámbitos que pudieran salir de lo “mental”. Llegó un momento, para mi, en que se hizo evidente que había espacios, tiempos, e información a los que no se podía acceder únicamente desde el análisis intelectual que el trabajo psicológico y psicoanalítico me ofrecía.
Lo cierto es que por aquel entonces no sabía muy bien qué buscar ni dónde, de alguna manera mi formación de ciencias y luego mi vocación por la filosofía, en la que me licencié en 1999, favorecían una perspectiva bastante dada a la racionalización, por lo que, en principio, el mundo de las terapias “alternativas” se quedaba fuera de mi radar de búsqueda. Sin embargo, por una de esas sugerencias de la vida que uno tiene a bien aprovechar, me animé a probar. Quini, una tertuliana habitual del Comercial, un café madrileño que se había convertido en mi biblioteca desde mis diecisiete años, me recomendó probar una “cosa” llamada Kinesiología.
Empecé entonces, a principios de 1999, como paciente de Isabel Leva y en septiembre de ese mismo año decidí comenzar a estudiar Kinesiología. El paso tan rápido de paciente a estudiante, fue la consecuencia de lo que supuso para mi la experiencia de la terapia, se produjo un profundo y notable cambio en mi vida.
Mi formación
Mi formación en terapias complementarias comenzó por la Kinesiología, el “curso completo” duró tres años. Cada alumno del grupo original que empezó con Isabel Leva tomó su propio camino; el mío siguió como alumna y ayudante de Isabel hasta su muerte en mayo de 2009. En esos 10 años que comprendió mi aprendizaje con ella, asistí a clases en grupo, privadas, a innumerables sesiones de terapia, tan importantes y esenciales como las propias clases. Sería imposible resumir lo que aprendí.
Ese fue el principio de un camino de trabajo y formación en el que sigo inmersa y que me acompañará durante toda mi vida. Un recorrido personal, en el trabajo consciente de mi propio cuidado, y un itinerario profesional desarrollando mi quehacer como terapeuta.
Dos realidades han sido los motivos que me han mostrado la necesidad de profundización en las terapias complementarias, ambos han servido de acicate en mi decisión de seguir investigando en este terreno.
Por una parte, los retos que traen los pacientes a la consulta han sido el motor y la razón para no conformarme con lo que sabía e ir más allá para poder ofrecer a las personas que vienen a terapia más herramientas que puedan servirles de ayuda eficaz. Así, amplié mis estudios de Kinesiología con Francisca Nieto y Raphael Van Asche. Estudié medicina taoísta y acupuntura con Isabel Leva. Después continué mi formación en Osteopatía craneosacral biodinámica con Robert Harris y, por último, estudié Etioterapia con Patrick Latour.
Por otra parte, el compromiso ético que uno adquiere como terapeuta, al menos desde mi perspectiva, me obliga a estar lo más preparada posible a nivel personal para poder ayudar al otro; creo que, como terapeuta, uno no puede sostener el proceso de un paciente que viene a consulta, si uno mismo no ha tomado conciencia, no ha comprehendido, no se ha apropiado e integrado, aquello que se pretende trabajar. Cuando murió Isabel me quedé sin un terapeuta de confianza e inicié una búsqueda que me llevó a conocer algunos excelentes profesionales que practicaban diferentes técnicas, algunas de las cuales me parecieron muy útiles para complementar mi base. Otras de esas técnicas se han convertido en pilares de principales de mi trabajo, como la etioterapia.
Medicina y Filosofía
Desde 1999, año en el que terminé mi licenciatura de Filosofía y comencé a estudiar terapias complementarias, la Filosofía y la Medicina han sido los dos ejes que han dado forma a mi vida profesional y académica. La investigación epistemológica, la filosofía de la ciencia y las humanidades médicas son mis intereses principales.
Mi formación universitaria continuó primero con un máster interdisciplinar (DEA) entre las facultades de Filosofía, Medicina y Psicología, Fundamentos y desarrollos psicoanalíticos, y culminó con la obtención del doctorado en ciencias biomédicas en la facultad de Medicina con la tesis El cuerpo como sistema complejo. Una aproximación epistemológica a las medicinas alternativas. Ahora prosigo con la investigación sobre el cuerpo, aunando la visión de la filosofía, de la filosofía de la ciencia y de la medicina.
Mi vida profesional tiene como base la consulta, el trabajo práctico con pacientes desde el ámbito de las terapias complementarias y la investigación más teórica sobre temas que exploran el cuerpo desde la relación entre filosofía y medicina, que redunda en el ejercicio empírico de la clínica.